César de Jujuy | La sombra de De la Rúa en diciembre de 2001 se cierne

La violencia tiene su propia lógica, es una espiral ascendente. La represión exige más represión y, como las drogas peligrosas, la primera impresión puede ser engañosa y adictiva. Así sucedió con las dictaduras que escalaron el nivel de violencia y no cesaron hasta la abominación de 1976-1983. Gerardo Morales, siguió el mismo camino de las viejas dictaduras. Los primeros años creyó que había ganado con mano dura pero unos años después la provincia le explotó en la cara cuando menos lo esperaba y menos le convenía.

Una parte del radicalismo tiene la costumbre de culpar a los demás cuando sufre las consecuencias de sus propios actos.. Así convirtieron las manifestaciones masivas y espontáneas del Argentinazo de 2001 en una conspiración respirada por Eduardo Duhalde.

El responsable de esta enorme protesta no fue Duhalde sino la negativa de Fernando de la Rúa a sacar al país de la fantasía un dólar un peso. La economía crujió, los bancos cerraron y la gente se enfureció. La explicación es sencilla y, si Duhalde hizo algo, no cambió ni agregó nada, lo mismo que un silbido en la tormenta.

Morales hace lo mismo. Dice que en Jujuy hay “forasteros” que provocan los cortes y manifestaciones. El hombre no registra la calle que le grita que los maestros de la provincia tienen los salarios más bajos del país, al igual que los empleados municipales y los mineros. Y que los pueblos originarios están alarmados por el descontrol de la explotación minera.

Piensa que la persecución a Milagro Sala le fue bien al inicio de su mandato y cree que si aplica la misma receta le irá bien con esta protesta. Pero ahora, cuando su futuro político está en juego, la gente está redoblando la represión.. Y si al principio el jujeño no se atrevía, ahora ha aprendido que pierde si se queda en casa. Sobre todo los habitantes de los caseríos más pequeños, gente que vive lejos de los centros urbanos, que no tienen por costumbre sumarse a las movilizaciones regularmente, pero cuando lo hacen, no es tan fácil salir.

Morales ordenó el allanamiento en la Universidad de Jujuy, luego se retractó y dijo que castigaría a los policías que lo habían orquestado. Morales autorizó a la policía a disparar balas de goma en el rostro de los manifestantes y uno de ellos perdió un ojo. Morales amenazó públicamente a trabajadores y docentes universitarios: “Los tenemos identificados, sabemos quiénes son”. Morales ordenó al Poder Judicial de Jujuy declarar sediciosos a los manifestantes y perseguir a los abogados defensores. Morales dejó sin fondos a las ciudades de Abra Pampa y La Quiaca, donde los cabildos deliberantes rechazaron la reforma constitucional.

Y, más que lo que mostraba la propia movilización, se mostró con estas medidas como un gobernador desbordado. Es casi un calco de lo ocurrido con De la Rúa el 19 y 20 de diciembre de 2001.. “Gerardo está furioso”, dicen a su alrededor. Y no es para menos. No dejó ningún mal para perseguir a Milagro Sala y su organización popular. Pensó que lo había conseguido. En las elecciones fue apoyado por la mayoría de los jujeños. Logró la presidencia del radicalismo y la precandidatura a vicepresidente de Juntos por el Cambio.

A punto de alcanzar el cenit de su carrera política, embriagado con la falsa ambrosía del absolutismo, tirado a la realidad por muchos de los que le votaron, es lógico que el hombre esté descompuesto y recurra al argumento que le impulsó en su carrera política: la represión de la protesta. Es lógico que recurra a ese argumento cuando una de las causas de la protesta es precisamente que Morales modificó la Constitución provincial para prohibir la protesta.

En un país contenido a pesar de la alta inflación, una provincia explotada como Jujuy es tan peligrosa como fumar en un polvorín. En lugar de escuchar los reclamos y aplacar la protesta, un arrogante Morales echa leña al fuego. Hay abogados presos, líderes sociales prófugos, rutas cerradas, allanamientos y detenciones ilegales, y localidades que no tienen fondos para pagar a sus empleados.

En tanto, el gobernador se encuentra en medio de la campaña del recluso Juntos por el Cambio, donde junto a Horacio Rodríguez Larreta constituyen el “ala moderada”, contra el ala Gurka de Patricia Bullrich y Luis Petri, quienes acusaron a Morales de “tibia ” por no cortar la protesta.

El presidente del Partido Justicialista, Alberto Fernández, intervino en el PJ de Jujuy en connivencia con el gobernador, y expulsó a los legisladores que acompañaron la reforma constitucional de Morales. El Ministerio de Justicia de la Nación solicitó a la Corte Suprema de Justicia que declare inconstitucionales tres artículos que fueron reformados en la Constitución Provincial referentes a la propiedad de las tierras de los pueblos indígenas, la gestión del agua y la tipificación como delito de protesta. Y el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, estuvo en las zonas del tranque tratando de facilitar un diálogo de paz que el gobernador rechaza.

El aura de intervención federal revoloteaba en los deseos de muchos espontáneos y otros estipulan lo que busca Morales para victimizarse, pero esta medida requiere una ley que debe ser aprobada por el Congreso, donde el oficialismo no reuniría los votos necesarios.

La crisis de Jujuy solo aparece en la gran corporación mediática macrista para dar cuenta de los problemas que ocasiona a transeúntes y comerciantes. No se describen las razones que han provocado la reacción masiva y espontánea de gran parte de la población y que han puesto en alerta a los organismos de derechos humanos como pocas veces lo han hecho desde la recuperación de la democracia.

El porteño o el cordobés que se relata en estos medios no entiende la verdadera dimensión de esta rebelión a pocas semanas de que el gobernador fuera avalado en las urnas. Si muchas personas que votaron por él ahora exigen su renuncia, debe haber un problema de fondo. Pero estos medios ocultan la crisis de Jujuy porque toca la línea de flotación del macrismo en plena campaña electoral.

Entre las elecciones y el estallido de la protesta estuvo el reclamo magisterial y la reforma de la Constitución en dos días. Los maestros fueron reprimidos y la nueva Constitución provocó la movilización de miles de vecinos de las zonas más aisladas de la provincia que se sintieron amenazados por Morales. No hay militantes de La Cámpora ni de Córdoba ni de Buenos Aires, ni Milagro Sala al frente de los cortes. La acusación de Morales al kirchnerismo y al gobierno es tan falsa y débil que trabajó en su contra.

Si bien el de Jujuy es un gobierno elegido democráticamente, la situación de la provincia trae reminiscencias de las antiguas dictaduras, lo que demuestra que votar no puede ser la única condición de vida en democracia. Pero Jujuy es parte de Argentina, es una situación que involucra a todo el país. Y además, el gobernador que ordenó la represión y persecución de su pueblo, que institucionalizó la violencia represiva cooptando parte del Poder Judicial y reformando la Constitución provincial, ahora aspira a ocupar un lugar estratégico para regir la vida de todos los argentinos.


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