Puede que no sea tan popular como el oro, ni tan actual como el litio y las “tierras raras”, pero el caucho fue el protagonista de su propia fiebre. Y como toda fiebre económica que se precie, dejó excesos, fortunas, grandes ganadores y aún mayores perdedores. Entre el último tercio del siglo XIX y principios del XX se persiguió ese peculiar “oro gomoso” que brotaba de los árboles, primero en la América amazónica y con el tiempo en amplias zonas del sudeste asiático que fueron deforestadas para plantar la hevea brasileña y la cuenca del Congo, donde bajo los auspicios de Leopoldo II de Bélgica se cometieron verdaderas atrocidades. Todo para conseguir un material que acabaría siendo crucial para la industria.
Hoy en día, la industria vuelve a fijarse en el caucho natural de África. Solo que sus protagonistas ahora son algo diferentes: China destaca en el nuevo tablero.
Para empezar, la memoria. A finales del siglo XV, es probable que los navegantes europeos que llegaron a América del Sur se sorprendieran al ver cómo los nativos “sangraban” los árboles, con pequeños cortes en los troncos de los que brotaba un líquido viscoso, espeso y blanquecino. Lo que difícilmente podían imaginar es que este tipo de “leche” acabaría convirtiéndose en un codiciado tesoro. De él se obtenía el caucho, material con el que posteriormente se fabricaron zapatos, abrigos, sombreros, chalecos… Y por supuesto, tras el descubrimiento del método de vulcanización y la invención del neumático, ambos en el siglo XIX, las ruedas.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX, la “fiebre del caucho” se propagó por todo el territorio amazónico, impulsando localidades como Iquitos, en Perú, y dando lugar, ya bien entrado el XX, a aventuras empresariales como Fordlandia. La moda del oro gomoso no se limitó solo a Estados Unidos. Después de que Henry Wickham logró sacar las semillas de Hevera de Brasil desde Brasil y enviado al Imperio Británico, la producción se extendió fuertemente por todo el sudeste asiático. Otro de sus grandes focos fue lo que hoy conocemos como República Democrática del Congo.
¿Goma “hecha en África”? Así es como es. Y su historia no es la más edificante de los ya conflictivos siglos XIX y XX. Bajo los auspicios de Leopoldo II de Bélgica, se saquearon valiosos recursos de lo que entonces se llamaba el Estado Libre del Congo. Caucho incluido por supuesto. “Mientras Leopoldo II cosechaba la riqueza de las enormes reservas de cobre, marfil y caucho, los congoleños eran obligados a trabajar para evitar castigos sádicos, desde azotes y agresiones sexuales hasta robos de pueblos y exterminio de aldeas”, explicó a la BBC. . Sean Lang, profesor de historia en la Universidad Anglia Ruskin.
Para capitalizar el valioso caucho del Congo, Leopold otorgó concesiones a varias empresas privadas. Destacan especialmente ABIR y Anversoire, en la que el propio monarca era un accionista influyente. El primero se centró en los ríos Maringa y Lopori; el segundo ocupaba la cuenca de Mongala. En su afán por conseguir “oro gomoso” en grandes cantidades, sometieron a los aldeanos a castigos sangrientos y saquearon los recursos de la zona a medida que los incentivos económicos se hacían cada vez más atractivos: si en 1894 pagaban 6,2 francos por kilo de caucho, en 1898 se pagaba la misma cantidad. ya citado en más de 10. Como recuerda el CEPR, hacia 1905 los suministros en la cuenca del Alto Congo casi se habían agotado.
Un salto al siglo XXI. La larga y tumultuosa historia del caucho ha estado marcada por importantes capítulos, como el desarrollo del primer polímero de caucho sintetizado, en 1910, o los avances en material sintético logrados entre los años 20 y 30. Lo cierto, en cualquier caso, es que el caucho natural sigue siendo un bien codiciado. Su resistencia y flexibilidad mantienen viva una oferta global que la BBC estimó en 2021 en 20 millones de toneladas anuales.
¿Hay más datos? Sí. Las que maneja Statista son ligeramente diferentes, pero en todo caso muestran una demanda que ha ido aumentando con altibajos en las últimas décadas: de una producción de 6,8 millones de toneladas métricas en 2000, ya había pasado, en 2021, a casi 15. Una tendencia similar registró el caucho sintético, con cerca de 15 millones de toneladas métricas el año pasado según el mismo observatorio. Las cifras de consumo que maneja ANRPC, la asociación de países productores, son considerablemente más altas.
En cuanto a su valor, Report Linker señala que las exportaciones mundiales de caucho natural se acercarán a los 5.000 millones de dólares en 2026, una cantidad notable, pero significativamente inferior a la de 2021. China destaca claramente entre los grandes consumidores, seguida a distancia por India, Estados Unidos y Tailandia.
¿Cuál es el papel de China? Tal y como reflejan estudios del Malaysian Rubber Council, el gigante asiático es un voraz consumidor de caucho natural. Tanto es así que multiplica los volúmenes que acaparan otros países destacados en su mercado, como India, EEUU, Tailandia o Japón. Sin embargo, el papel de China no se limita a la demanda. Recientemente Inconformista diario publicó un detallado y extenso informe en el que señalaba el papel de dos empresas chinas en su explotación. Ambos, según el rotativo sudafricano, de carácter estatal.
La primera es Sinochem International, que, como reconoce en su propia web, adquirió en 2016 la singapurense Halcyon Agri para crear “la mayor plataforma industrial de caucho natural del mundo” y ha ido adquiriendo terrenos en el sudeste asiático y África occidental hasta sumar una plantación de unas 66.000 hectáreas. El segundo es China Hainan Rubber Industry, que hace apenas unos meses llegó a un acuerdo para adquirir una participación del 36% en Halcyon Agri, responsable de 10.000 hectáreas de plantaciones de caucho natural en Malasia y una vasta extensión de 100.000 ha. en Camerún De hecho, Halcyon destaca en su página corporativa que vela por el impacto negativo sobre la biodiversidad y los “más altos estándares sociales y medioambientales”.
¿Y cuál es su huella en África? Hay voces que advierten que al menos una parte de la actividad del caucho respaldada por China tiene un impacto negativo en África. En 2021 Greenpeace denunció que Halcyon Agri y el anterior propietario de su filial local Sudcam habían destruido 10.000 hectáreas de bosque tropical en el sur de Camerún, una superficie equivalente a la de París. “La gestión de Halcyon ha burlado sistemáticamente las demandas de restauración del bosque”, zanja.
Greenpeace no es el único que ha denunciado la situación. Hace un año, la ONG Global Witness alertaba de que las plantaciones industriales de caucho ubicadas en África occidental y central habían provocado la deforestación de unos 520 km2 desde principios de siglo, y advertía: “El caucho, no el aceite de palma, parece ser el mayor producto de exportación”. amenaza a los bosques tropicales de África”. Después de mapear 40 plantaciones en Camerún, Gabón, Nigeria, Ghana, Costa de Marfil y Liberia, la ONG concluyó que casi todas aquellas donde se descubrió deforestación estaban en manos de solo tres empresas: Olam y Halcyon Agri, con sede en Singapur, y Socfin, de propiedad francesa y belga.
Más allá de la deforestación. Así es como es. La deforestación no es el único impacto negativo de la industria del caucho natural. Su huella también se deja sentir entre comunidades como los Baka, que dependen de los recursos de la tierra. El efecto de la explotación del codiciado “oro gomoso” en sus vidas también ha sido revisado por Greenpeace, Global Witness, ICRA International y medios como Inconformista diario o la cadena AL Jazeera, que en 2018 publicó un informe titulado “Comunidades indígenas en riesgo por el uso de la tierra por parte de las empresas chinas del caucho”.
La cadena refleja la preocupación de organizaciones como WWF o el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) por el impacto social y ambiental de los proyectos de Sud-Cameroun Hevera (SudCam), filial local, dice, de Halcyon Agri. “Cuando destruyeron el bosque, en realidad estaban destruyendo nuestras casas”, reconoció recientemente uno de los afectados. Inconformista diario.
Imágenes: Montaña/ \laysAsh (Flickr) y Consejo del Caucho de Malasia
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