En el ámbito laboral, se entiende por absentismo la ausencia o falta de incorporación deliberada al trabajo. Puede ser por causa justificada o injustificada. Alberto Núñez Feijóo es un asalariado a sueldo de los ciudadanos, ya que su sueldo y también la bonificación que recibe del PP proceden de los Presupuestos Generales del Estado, que se alimentan de los impuestos de todos. Participar en un debate electoral con el resto de candidatos a la Presidencia del Gobierno no es un botín, ni un trampantojo, ni un capricho de la televisión pública. Es simplemente una obligación que todo demócrata debería afrontar. Salvo justificación objetiva, claro.
Feijóo no acudió al último gran evento televisivo de esta campaña no porque tuviera lumbalgia, ya que se anunció su ausencia antes de que se produjera la lumbalgia que sufre desde hace dos días. Cualquier empresa privada le habría achacado el incumplimiento de sus obligaciones, abierto un expediente disciplinario o impuesto una sanción. Si los españoles amonestarán o no su escapismo de una de las citas más relevantes de esta campaña se verá el próximo domingo cuando se abran las urnas, pero su plantón de este miércoles en la televisión pública -y por tanto los españoles convocados a las urnas- ya le ha valido una severa regañina por parte de sus opositores, además de una seguidilla de reproches en las redes sociales. En Génova sienten que cabalgan sobre una inercia ganadora y que nada les penalizará el próximo domingo. Ni la amistad con el narcotraficante Marcial Dorado, ni las mentiras deliberadas en las entrevistas, ni las agresiones a periodistas de la televisión pública… Está por ver. Fue, sin duda, el gran perdedor de un debate a tres bandas en el que un grupo sincronizado de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz igualó a PP y Vox, reivindicó la gestión de coalición, desmontó todos los bulos de la derecha, arrinconó a Santiago Abascal y dejó claro que tras el próximo domingo solo quedan dos formas de gobierno: PSOE-Sumar o PP-Vox.
“Sí, puedo gobernar con Yolanda Díaz. Hemos trabajado con lealtad y eficacia, creo que hemos hecho un buen trabajo. Frente a nosotros tenemos una opción conservadora de Feijóo con Abascal, lo estamos viendo en Extremadura, Comunidad Valenciana, Castilla y León, ayuntamientos… Donde pueden gobernar lo hacen juntos. Feijóo falta en este debate por dos motivos: porque no puede hacerse cargo de la montaña de mentiras del primer debate y porque le da vergüenza comparecer contigo», ha dicho un solemne Pedro Sánchez.
El presidente recuperó el tono institucional y la soltura en el manejo de los datos que le fallaron en el cara a cara con Feijóo mientras que el vicepresidente recuperó el brío perdido en la campaña y “aplastó” a un Abascal instalado en el negacionismo de la violencia machista y el cambio climático, la difusión de bulos -como la voladura de presas y centrales térmicas- y en su ignominioso ataque a la inmigración.
Arremetió con especial dureza contra los bulos sobre el feminismo de los ultras, a los que acusó de desplegar “una ideología perniciosa”. Antes, Abascal había difundido la idea de que en España “se crean juzgados excepcionales para los hombres”, que la ley sobre violencia de género “se utiliza de forma fraudulenta en los procesos de divorcio” o que la ley trans “permite la impunidad por abusar de un hombre si se percibe a sí mismo como mujer”.
“Dejen de reírse de las mujeres”, respondió con vehemencia Yolanda Díaz, que mostró una foto de dos concejalas de Vox en Valencia durante un minuto de silencio en homenaje a una mujer asesinada por la violencia machista. “¿Sabe quiénes son? Son sus dos diputados en Valencia. ¿Sabe de qué se ríen? Un minuto de silencio. ¿Sabe por qué nos matan? Porque somos mujeres. Deje de reírse de nosotras, las mujeres no somos marketing electoral”, respondió.
Esta semana ha habido un giro de guion en la campaña con el que los populares no contaban. Ahora es la credibilidad de Feijóo, y no la de Sánchez, la que está en el centro del debate público y quizás por eso los jefes del Génova han empezado a bajar las expectativas. Ya no hablan de 160 diputados y subiendo. Ni siquiera la segunda edición del “Milagro de Juanma Moreno”. Mucho menos que una posible mayoría absoluta, que los más entusiastas no descartaron hace unos días. El espacio de la derecha lo ocupó en exclusiva este miércoles el candidato de Vox en lo que ni siquiera para la dirección popular estaba claro que hubiera sido una estrategia brillante para los intereses de Feijóo. De hecho, Abascal no se refirió en ningún momento a un Feijó mencionado hasta en 25 ocasiones por Sánchez y Díaz. Se limitó a aprovechar el espacio que dejó vacío el candidato del PP, aunque la televisión pública no puso un atril de cuatro.
Pedro Sánchez, que llegó a este último debate en RTVE con la intención de trasladarse al electorado que aún puede haber partido el 23J y dibujar un horizonte de futuro, aprovechó para quemar el que entendió que era su último cartucho antes del 23J. Ayudó que en esta ocasión no se impusiera el ruido constante, que las intervenciones fueran más o menos ordenadas, que los participantes no se pisaran en el uso de la palabra y que el debate, en definitiva, no descendiera al atolladero en el que se convirtió en el cara a cara. Su objetivo seguía siendo movilizar a una izquierda rezagada, frenar el trasvase de votos socialistas a la marca del PP y catapultar a Abascal a la vicepresidencia del Gobierno ante una previsible mayoría derechista y sólo los resultados del 23J dirán si lo ha conseguido o no.
Sacúdete a los indecisos
La puesta en escena del tándem Sánchez-Díaz fue en todo caso una opción coral y sin estridencias ante los espectadores, ya que ambos transmitieron una imagen de centralidad y se esforzaron en reivindicar lo conseguido para sacudir a los indecisos para que impidan un gobierno PP-Vox. El electorado progresista no habría entendido otra estrategia que la del trabajo compartido, a pesar de que la vicepresidenta no dejó pasar la oportunidad de marcar su propio perfil en un par de ocasiones (la ley de vivienda y la edad de jubilación).
La candidata de Sumar recuperó el brío perdido durante la campaña e incluso tuvo momentos en los que se enfrentó acaloradamente a Abascal que la convirtieron en la clara ganadora de la noche, lo que podría frenar la decantación del voto socialista a la coalición que lidera, que ha ido de más a menos en la mayoría de las encuestas.
El debate a tres, que por momentos pasó a cuatro, fue el último gran hecho de esta campaña que ha tenido más repercusión mediática que mitenera y con un resultado que la derecha da por hecho antes de que abran las urnas. Tanto como que ya ha anunciado a urbi et orbi los primeros despidos nada más poner un pie en La Moncloa. Si lo consigue, claro, porque en política vender la piel del oso antes de cazarlo no siempre es un buen negocio.
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